miércoles, 1 de agosto de 2007

El surf y la madre que...

Estando en Australia y siendo la peli favorita de Alex Le llaman Bodhi hoy tocaba surfear. El lugar elegido para redefinir y reinventar tan chulesca practica deportiva era la sosa localidad de Manlay, que hace escasas horas ha sido testimonio de un acontecimiento que necesitara 25 generaciones en ser olvidado. La primera muestra de nuestra familiarizacion con el surf ha sido preguntar si debajo del traje de neopreno uno se pone algo (respuesta, si no sabes quien ha llevado el traje antes que tu, mejor que si). La segunda -tras ingentes esfuerzos por embutirse en esa segunda piel, como si una salchica tuviera que autoenvasarse al frio- ha sido colocarnoslo del reves para cachondeo del mazas empleado de la tienda. Otra vez a laparse el trajecito de marras. A continuacion nos han dado una tabla de tamanyo oficial pero fabricada con polixpan, para los ninyos vaya. Llevarla hasta la playa ha sido otro suplicio. No solo por el peso sino tambien porque uno es brazicorto y no habia manera de agarrarla con un minimo de decencia. La gran fortuna para nuestro acentuado sentido del ridiculo es que la playa estaba muy despoblada y en el agua nuestros rivales eran apenas 10 o 12 aficionados con los que podias mantener una distancia mas que razonable. Aun mas de agradecer era que las olas casi eran indignas de llevar ese nombre y su frecuencia de paso era la de un maitre del McDonalds. Penetrar un poco en el agua de cara a no quedarse chapoteando en la orilla que es lo que dictaba el sentido comun ya supone una proeza. Ponerse de pie en la tabla es un hito. Subirse a la tabla tras caer al agua, propio de los guerreros espartanos. La maldita ha nacido para hacerte resbalar. Surfear es agotador amigos. He dicho surfear? Lo mio ha sido mas pelarme de frio sentado pacientemente sobre la tabla a que cada diez minutos viniera un escupitajo de H2O, momento en que he intentado infructuosamente colocarme en posicion vertical, cayendo al agua de forma aparatosa, tragando un par de litros por vez y batallar por subirme de nuevo como si intentara sentarme a lomos de un tiburon blanco con un dia malo. Extenuado, humillado, prieto y congelado, pero tambien feliz de haberlo intentado y de haber disfrutado de un bonito atardecer australiano he regresado a la tienda de alquiler con mirada feroz, escondiendo tripa y mientiendo como un bellaco acerca de lo estupendo de la experiencia. Pero sois conscientes de lo tranquilo que me quedo sabiendo que el sentido de la vida no me aguarda en Hawai buscando cabalgar la ola perfecta? Con lo bonitas que son las practicas inofensivas modelo pasear, leer, tomar aceitunas en un bar...
De regreso en el ferry, un momento precioso el de la llegada al puerto contemplando el skyline iluminado de Sydney, una ciudad preciosa, moderna, dinamica, joven, calida, limpisima, puntual y acogedora en la que uno se ve viviendo... sin necesidad de surfear. Besos, abrazos...

1 comentario:

Hugo dijo...

42Ja ja, a mi me paso exactamente lo mismo cuando intente surfear en Bali... Es muy jodida la cosa...
Saludos